LOS DUENDES
Son ciertos espíritus
traviesos que se encargan de atormentar a las personas de cualquier edad,
especialmente a las muchachas que tienen novio. En algunos casos las picardías
no pasan de cambiar las cosas de su lugar o esconderlas; de revolcar lo que se
halla bien colocado y traer noticias. En otros casos son perversos: cuando se
la dedican a una persona o a una familia entera, van todas las noches a tirar
piedras o terrones en una forma exagerada, que parece un torrencial aguacero de
balasto.
A las jovencitas que
tienen novio y cuando éste está de visita, las fastidian con órdenes o secretos
malignos al oído, que hacen que el pobre joven se indigne y termine el noviazgo.
Si no está presente el muchacho o pretendiente, las perturban en la casa con
órdenes y consejos, hasta que logran que no se realice el matrimonio.
Durante el SUEÑO, estos
espíritus les ocasionan pesadillas, las llaman a un lugar conocido, hasta que
las tornan sonámbulas. Así han encontrado varias vagando lejos de su
residencia; van o vienen por determinado sitio sin darse cuenta ellas de tal
acto, hasta que alguno de la familia o conocido la encuentra en estado de
subconsciencia.
Son incontables los casos
que se conocen, de familias y jóvenes que han tenido que emigrar a sitios
distantes para librarse de tan fastidiosa persecución. No hay ciudad o pueblo,
donde no se hayan conocido estos desastrosos acontecimientos ocasionados por
los duendes.
En una antigua hacienda,
vivía un matrimonio con tres hijas casaderas; todas tenían novio y con
frecuencia hacían fiestas, que no eran más que simples reuniones ejemplares
donde primaban los juegos de salón o las demostraciones artísticas acompañadas
de algún instrumento.
Un sábado en que estaba
revolucionada la casa con la llegada de más invitados, en la cocina se alistaba
la preparación de ricos manjares. La servidumbre se sentía impresionada porque
nada de lo que emprendían podían realizarlo. Resolvieron llamar a la patrona
para advertirle que no se podía hacer nada, porque todo resultaba mal; que
parecía que los diablos estuvieran METIDOS allí, porque no podían realizar el
oficio que les habían asignado. La señora con las tres hijas se alarmaron más,
porque a ellas, en las habitaciones interiores les sucedían iguales cosas.
Cuando la señora entró
sola al salón, escuchó una voz tras de la puerta que decía: "...no se
afane que los invitados no vendrán. Hoy están de honras fúnebres...". Al
escuchar esto lanzó un grito la pobre señora, pero la voz se dejó oír de nuevo:
"...no se asuste, agradézcame el aviso...".
La dama no pudo más. Llamó
a sus tres hijas para contarles lo sucedido y para que le ayudaran a pensar
cómo remediaban lo acontecido. Estaban en conjeturas, cuando llegó un peón
trayendo la misma noticia que había suministrado el duende.
Apenas llegó el esposo lo
puso al corriente de los misteriosos sucesos, manifestándole mudarse
inmediatamente para el pueblo.
El trasteo se efectuó en
la semana siguiente y cuando la dueña estaba sola desempacando baúles y
petacas, escuchó tras de la puerta la misma voz que le decía: "...en que
le puedo servir?. Sabe usted... me vine entre los tremotiles del VIAJE...".
La señora asustada le pregunto: "eres un bicho, un alma en pena o que
eres?". La respuesta no se dejó esperar: "...soy tu amigo, tu fiel
compañero y servidor...".
Así un día y otro día
seguía el duende atormentando a la dama, ocasionándole un nerviosismo
desesperado. Tan pronto el esposo llegó del campo, manifestó su deseo de
trasladar toda la familia a la capital del país. El esposo algo contrariado
porque este viaje le ocasionaba pérdidas en sus negocios, ante la apremiante
situación de intranquilidad y desasosiego tuvo que acceder. Vendieron ambas
posesiones y se marcharon.
Cuentan que cuando la dama
está distribuyendo los muebles y demás enseres del equipaje, la voz volvió a
atormentarla en una FORMA tan pertinaz que ya no tuvo alientos de LUCHAR y
enfermó.
Las hijas alarmadas
llamaron al cura de la parroquia para que fuera a bendecir la casa y hacer
exorcismos. Dicen que fue la única forma de librarse de los tormentos del
duende.
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